sábado, 23 de mayo de 2009

Ellas.


A menudo los hijos se nos parecen,
así nos dan la primera satisfacción;
ésos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.

Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar.

Niño,
deja ya de joder con la pelota.
Niño,
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.

Niño,
deja ya de joder con la pelota.
Niño,
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.

Joan Manuel Serrat.


Hay personas que llegan al mundo para que tu vida cobre otro sentido, hay personas ingenuas e inocentes en cada uno de sus más hermosos gestos, hay personas a las que desearemos poder ver felices y alejadas de cualquier mínimo sufrimiento, aunque eso sea sumamente imposible.
Estas dos pequeñas personitas tienen quizá la porción más gigante de mi corazón en sus diminutas manitos.
Mi mundo, mi vida y mis días, en su totalidad, cambiaron por completo desde la primera vez que abrieron sus ojitos; Desde ese día supe que sería la tía más feliz que puede existir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario