domingo, 31 de mayo de 2009

Satisfaces mi alma.

[...]Oh! please don't you rock my boat
Cause I don't want my boat to be rocking

I'm telling you that, oh, whooh-whooh
I like it, like this, I like it like this
And you should know, you should know by now
I like it, I like it like this, I like it like this
Yeah! you satisfy my soul, satisfy my soul
You satisfy my soul, satisfy my soul
Every little action, there is a reaction
Oh can't you see, what you have done for me
I am happy inside, all, all of the time
When we bend a new corner
I feel like a sweep-stake winner
When I meet you around the corner
You make me feel like, a sweep-stake winner
Whoa child, can't you see, you must believe me
Oh darling, darling, I'm calling, calling
Can't you see, why won't you believe me
Oh darling, darling, I'm calling, calling [...]


Bob Marley.

jueves, 28 de mayo de 2009

Te vas.


Te vas a la ciudad definitiva sin mí. Perdonarás que no te vaya a despedir. La noche corta como un cristal roto y tú estarás tan triste como hermosa. Tu luz quemó mis naves cargadas de incertidumbre y el corazón que sobre tu mesa yo puse para cenar la noche en que nos dispusimos a saltar de la mano al precipicio. Y yo procuraré sonreír más a menudo y acostarme a una hora prudente. Tu me enseñaste que afuera siempre me esta esperando una nueva mañana como aquella nuestra radiante y soleada. Como aquella nuestra radiante y soleada. De la luz, te vas a la ciudad definitiva y en Madrid quedamos huérfanos y enfermos. Te vas a reír pero pregunto cada noche a los fantasmas que habitan mis bares cuando vuelves a casa. Los días caen lentos como el polen de un árbol cubriendo todo mi jardín de desencanto. Un sucedáneo de la vida será el fin. El tiempo que he de recorrer sin ti. Y yo procuraré no suspirar tan a menudo y acostarme a una hora prudente. Yo sé que afuera inevitablemente me esta esperando una nueva mañana, tu prometiste radiante y soleada. Y tú procurarás cumplir con lo que has prometido: ser fuerte y devorar la manzana. Has de pensar cada nueva mañana que un tipo a menudo piensa en ti y sonríe aunque quizás no sean sus días más felices. Y yo procuraré mantener la luz encendida por si se te ocurre volver de repente. Alumbrará este recuerdo incandescente el camino de vuelta, aquel que te trazaron antes viejos fugitivos nuevos amantes. Viejos fugitivos nuevos amantes.

Ismael Serrano.

Los nadies.


Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.


Eduardo Galeano.

domingo, 24 de mayo de 2009

Revolución de Mayo.


“Uno podría preguntarse con todo derecho: ¿la Revolución de Mayo fue un acto económico, un acto político, un acto militar? Y responderse: “No, fue un acto escolar”.Así atraviesa nuestras vidas el hecho fundador de nuestra nacionalidad, como un recuerdo agridulce de pastelitos, corcho quemado y vendedores ambulantes.La anestesia, suministrada por el poder a un pueblo demasiado atosigado por la subsistencia –y, casi la mitad de los casos, por la miseria y el hambre-, como para darse tiempo de pensar en nuestras raíces históricas, causa nuestros males actuales.A lo sumo, el sistema fomenta debates tan trascendentes como la existencia o la inexistencia de paraguas en aquellos días de 1810, o sesudos contrapuntos meteorológicos basado en la contradicción marcada por la canción “El Sol del 25 viene asomando” y las ilustraciones del Billiken, el Simulcop y el Manual del Alumno, que muestran una plaza indudablemente lluviosa. A esto se pretende reducir consciente o inconscientemente, el proceso que marcaría a fuego nuestro futuro como nación. Se comprende, entonces, que los poderosos de turno y sus voceros se pongan nerviosos ante un hecho histórico que plantea las cuestiones básicas no resueltas en la Argentina, como la justicia, la equidad, el modelo económico, la dependencia y la corrupción.Todo eso es Mayo y sus circunstancias, su contexto. Es el comienzo de un “ellos” y un “nosotros” que no ha terminado y no terminará, ni por el camino de la apología absurda ni por el de la difamación calumniosa por deporte, aun cuando se crea que en eso consiste la novedad.”

Felipe Pigna.



A casi 200 años de aquel primer grito de descolonización, de aquel acto fundador de nuestra patria, de aquel 25 de mayo de 1810, han cambiado unas cuantas cosas, pero otras simplemente han permanecido casi intactas; en aquel entonces proclamábamos una desvinculación con nuestra madre España, hoy los gobernantes y sus aliados se encargan de manipular verdades y nos dejan en evidencia que solamente hemos cambiado de dueño.

Espejos.

[...]A principios del siglo veinte, Colombia sufrió la guerra de los mil días.A mediados del siglo vente, los días fueron tres mil.A principios del siglo veintiuno, ya los días son incontables.Pero esta guerra, mortal para Colombia, no es tan mortal para los dueños de Colombia:la guerra multiplica el miedo, y el miedo convierte la injusticia en fatalidad del destino;la guerra multiplica la pobreza, y la pobreza ofrece brazos que trabajan por poco o nada; la guerra expulsa a los campesinos de sus tierras, que por poco o nada se venden; la guerra otorga dinerales a los traficantes de armas y a los secuestradores de civiles, y otorga santuarios a los traficantes de drogas, para que la cocaína siga siendo un negocio donde los norteamericanos ponen la nariz y los colombianos los muertos;la guerra asesina a los militantes de los sindicatos, y los sindicatos organizan más entierros que huelgas, y se dejan de molestar a las empresas Chiquita Brands, Coca-Cola, Nestlé, Del Monte o Drummond Limited;y la guerra asesina a los que denuncian las causas de la guerra, para que la guerra sea tan inexplicable como inevitable.Los expertos violentólogos dicen que Colombia es un país enamorado de la muerte.Está en los genes, dicen. [...]


Eduardo Galeano.

Ese hombre.

Me llaman Rodolfo Walsh. Cuando chico, ese nombre no terminaba de convencerme: pensaba que no me serviría, por ejemplo, para ser presidente de la República. Mucho después descubrí que podía pronunciarse como dos yambos aliterados (Rodólf Fowólsh), y eso me gustó.Nací en Choele-Choel, que quiere decir "corazón de palo". Me ha sido reprochado por varias mujeres. Mi vocación se despertó tempranamente: a los ocho años decidí ser aviador. Por una de esas confusiones, el que la cumplió fue mi hermano. Supongo que a partir de ahí me quedé sin vocación y tuve muchos oficios. El más espectacular: limpiador de ventanas; el más humillante: lavacopas; el más burgués: comerciante de antiguedades; el más secreto: criptógrafo en Cuba. Mi padre era mayordomo de estancia, un transculturado al que los peones mestizos de Río Negro llamaban Huelche. Tuvo tercer grado, pero sabía bolear avestruces y dejar el molde en la cancha de bochas. Su coraje físico sigue pareciéndome casi mitológico. Hablaba con los caballos. Uno lo mató, en 1947, y otro nos dejó como única herencia. Este se llamaba "Mar Negro", y marcaba dieciséis segundos en los trescientos: mucho caballo para ese campo. Pero esta ya era zona de la desgracia, provincia de Buenos Aires. Tengo una hermana monja y dos hijas laicas. Mi madre vivió en medio de cosas que no amaba: el campo, la pobreza. En su implacable resistencia resultó más valerosa, y durable, que mi padre. El mayor disgusto que le causo es no haber terminado mi profesorado en letras. Mis primeros esfuerzos literarios fueron satíricos, cuartetas alusivas a maestros y celadores de sexto grado. Cuando a los diecisiete años dejé el Nacional y entré en una oficina, la inspiración seguía viva, pero había perfeccionado el método: ahora armaba sigilosos acrósticos. La idea más perturbadora de mi adolescencia fue ese chiste idiota de Rilke: Si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir. Mi noviazgo con una muchacha que escribía incomparablemente mejor que yo me redujo a silencio durante cinco años. Mi primer libro fueron tres novelas cortas en el género policial, del que hoy abomino. Lo hice en un mes, sin pensar en la literatura, aunque sí en la diversión y el dinero. Me callé durante cuatro años más, porque no me consideraba a la altura de nadie. Operación masacre cambió mi vida. Haciéndola, comprendí que, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior. Me fui a Cuba, asistí al nacimiento de un orden nuevo, contradictorio, a veces épico, a veces fastidioso. Volví, completé un nuevo silencio de seis años. En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía. Pero no veo en eso una determinación mística. En realidad, he sido traído y llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora hay momentos en que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces....
En la hipótesis de seguir escribiendo, lo que más necesito es una cuota generosa de tiempo. Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.

Rodolfo Walsh.

Cuba.



Querido Pablo: No sé cómo empezar esta carta. Estarás pensando que me quedé en Cuba o que los feroces barbudos me mataron. Pues no, nada de eso. Te voy a explicar lo que ocurrió. Recibí tu última carta pocos días antes de salir para La Habana, y no tuve tiempo de contestarla. Desde Cuba era imposible escribirte, porque... ya sabes por qué. Bueno, a pesar de lo que me decías en tu carta, y de las garantías que me dabas para un posible viaje a New York, te imaginarás que una vez en La Habana comprendí que eso era imposible. La situación es demasiado tensa para ir de Cuba a los Estados Unidos sin posibles consecuencias catastróficas. Además, apenas estuve un mes, y aproveché cada minuto para conocer la isla y sus habitantes. Luis Buñuel me había invitado a ir a México a pasar unos días en su casa, y tampoco quise ir. Cuando llegas a Cuba, ya no te quieres mover de ahí. No te imaginas con qué tristeza tomé el avión para volver a Europa. Y te digo francamente que si ya no fuera demasiado viejo para esas cosas, y no amara tanto a París, me volvería a Cuba para acompañar la revolución hasta el final. Personalmente creo que las cosas van a terminar mal, muy mal, y no será por culpa de los cubanos, sino del resto de América, empezando por los USA y siguiendo por todas las "repúblicas" democráticas (democratic my foot) de América latina. Los cubanos pueden haber cometido errores, pero los cometieron cuando se vieron contra la pared, cuando nadie quería comprarles el azúcar, cuando los USA les negaron el petróleo. Me hace gracia que los yanquis se tiren de los pelos pensando en que los "reds" han dominado Cuba. Si el State Department hubiera tenido un poco más de inteligencia, eso no hubiera sucedido. ¿A quién podían pedir auxilio los cubanos cuando se vieron contra la pared? Etc., etc. Pero yo no sé nada de política, y no quiero hablar de eso. En cambio quiero decirte que el pueblo cubano me pareció maravilloso. Un pueblo alegre, comprendes, confiado en sí mismo, dispuesto a hacerse matar por Fidel Castro, y al mismo tiempo sin odio contra sus enemigos. Te va a parecer mentira, pero es así. Los cubanos no odian a nadie, y no tienen miedo a nadie. Son como niños en muchos aspectos; juegan, se ríen, trabajan bailando, cantan. Pero a la hora de la Bay of Pigs, ya has visto de lo que son capaces. El pueblo da una sensación de alegría y de seguridad en sí mismo que me maravilló. Los descontentos son siempre los que se han perjudicado en sus intereses, "los que piensan con la barriga", como dijo Fidel. Por ejemplo, en La Habana, los propietarios y los mozos de los restaurantes no apoyan la revolución. ¿Por qué? Porque recuerdan los dólares que ganaban con el turismo que venía de Miami. Siempre que encuentras un descontento, apenas averiguas un poco ves que sus motivos son "de barriga", money, money, money. Pero cuando hablas con el pueblo, con la gente de la calle, con los campesinos, con los obreros de las centrales azucareras, encuentras la alegría y la confianza. Lo que más me impresionó fue la campaña de alfabetización: ese pueblo sabe leer y escribir, y está orgulloso de haber aprendido. Hicimos un viaje en auto por toda la isla (con plena libertad, hablando con quien nos daba la gana, entrando en las casas, comiendo en restaurantes populares) y vimos cómo los "guajiros" (peasants) se sienten hombres, y no esclavos. ¿Tú sabías que en tiempos de Batista, el barrio de los ricos en La Habana estaba defendido por hombres armados y cadenas que cerraban las calles por la noche? Nadie podía entrar allí, y sobre todo si era de piel oscura. Ahora en esos palacios viven los estudiantes becados por el gobierno. Pero quizá lo que más me impresionó en Cuba fue el apoyo de los intelectuales a la revolución. Salvo dos o tres que se fueron, todos los escritores y los artistas apoyan al gobierno. Y no con meras palabras, sino trabajando para la revolución, alfabetizando, haciendo magníficas ediciones, escribiendo y traduciendo libros. Alejo Carpentier, nada menos, es el director de la Editora del Estado. Nicolás Guillén es el poeta de la revolución. Los conocí a todos, los oí hablar, escuché sus críticas (porque las críticas abundan, pero no son negativas, siempre proponen algo constructivo), y me convencí de que una revolución que tiene de su parte a todos los intelectuales, es una revolución justa y necesaria. No puede ser otra cosa, no puede ser que centenares de escritores, poetas, pintores y músicos estén equivocados. El gran peligro en Cuba (y Castro, el Che Guevara y la mayoría de los intelectuales lo saben) es el comunismo "duro", de corte stalinista. Si esa tendencia triunfara en Cuba, la revolución estaría perdida. Hasta ahora Fidel ha conseguido eliminar a los "duros", y apoyarse en el sector moderado del comunismo. ¿Pero lo conseguirá siempre? Ese es el drama, sin contar la falta de máquinas, de piezas de repuesto, de medicamentos, y mil inconvenientes derivados del bloqueo. Lo maravilloso es que a pesar de todo eso los cubanos estén tan contentos y felices. Un poeta (que te conoce y que te mandará un libro suyo, se llama Antón Arrufat, y es un muchacho estupendo) me dijo: "Chico, esto no puede durar, los yanquis se las arreglarán para liquidarnos. Pero entre tanto estamos vivos, y vivir es hermoso, y por eso nos haremos matar hasta el último". Cuando oyes cosas así, te quedarías para siempre en Cuba. (...)



Julio Cortazar a Paul Blackburn (1963).

sábado, 23 de mayo de 2009

Ellas.


A menudo los hijos se nos parecen,
así nos dan la primera satisfacción;
ésos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.

Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar.

Niño,
deja ya de joder con la pelota.
Niño,
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.

Niño,
deja ya de joder con la pelota.
Niño,
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.

Joan Manuel Serrat.


Hay personas que llegan al mundo para que tu vida cobre otro sentido, hay personas ingenuas e inocentes en cada uno de sus más hermosos gestos, hay personas a las que desearemos poder ver felices y alejadas de cualquier mínimo sufrimiento, aunque eso sea sumamente imposible.
Estas dos pequeñas personitas tienen quizá la porción más gigante de mi corazón en sus diminutas manitos.
Mi mundo, mi vida y mis días, en su totalidad, cambiaron por completo desde la primera vez que abrieron sus ojitos; Desde ese día supe que sería la tía más feliz que puede existir.

Mamá.


Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.

Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice, y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada;
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.

Tu boca que es tuya y mía,
Tu boca no se equivoca;
te quiero por que tu boca
sabe gritar rebeldía.

Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Y por tu rostro sincero.
Y tu paso vagabundo.
Y tu llanto por el mundo.
Porque sos pueblo te quiero.

Y porque amor no es aurora,
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja
que sabe que no está sola.

Te quiero en mi paraíso;
es decir, que en mi país
la gente vive feliz
aunque no tenga permiso.

Si te quiero es por que sos
mi amor, mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.


Mario Benedetti.



Sin duda hay más de un momento que llevare conmigo siempre que me recuerde a vos, a tu infinita paciencia y tu hermosa sensibilidad; pero entre algunos de esos recuerdos están estos versos, que reflejan, no solo tu capacidad de emocionarte con cada poema que te llegue al corazón, sino también el amor inagotable que te tengo y la alegría que nos produce sentarnos y escribir.

Peces de ciudad.


Se peinaba a lo garçon la viajera que quiso enseñarme a besar
en la gare d'Austerlitz.
Primavera de un amor, amarillo y frugal como el sol
del veranillo de San Martín.
Hay quien dice que fui yo, el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel conocí a mademoiselle Amsterdam.
En la fatua Nueva York da más sombra que los limoneros
la estatua de la libertad, pero en desolation row
las sirenas de los petroleros no dejan reír ni volar
y, en el coro de Babel,desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro en las minas del rey Salomón.
Y desafiando el oleaje sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez, mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes de un pasado bucanero,
de un velero al abordajede un no te quiero querer.
Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar
al país donde los sabios se retiran del agravio de buscar
labios que sacan de quicio, mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras del suelo, que no merecen nadar.
El Dorado era un champú, la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.
En Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.
Cuando en vuelo regular pisé el cielo de Madrid me esperaba una recién casada que no se acordaba de mí.
Y desafiando el oleaje sin timón ni timonel, por mis venas va, ligero de equipaje, sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje, luciendo los tatuajes de un pasado bucanero, de un velero al abordaje, de un liguero de mujer.
Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar al país donde los sabios se retiran del agravio de buscar
labios que sacan de quicio, mentiras que ganan juicios tan sumarios que envilecen el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad, que perdieron las agallas en un banco de morralla, en una playa sin mar.

Joaquín Sabina.


Y quizá en algún momento de nuestras vidas todos nos hayamos sentido como un pez en el medio de esta enorme ciudad.